El Tantra es una manifestación especial de la sensibilidad,
es un culto del éxtasis, concentrado en una visión de la sexualidad cósmica;
sus raíces se pierden en el tiempo; el Tantra no es una creencia o una fe, sino
una forma de vivir y de actuar. El tántrico tiene que vivir una vida
controlada, porque sabe que sólo la repetición, de todo corazón y sin cesar, de
actos auténticos, tanto físicos como mentales, puede cambiar su cuerpo y su
conciencia. Llevarse bien con uno mismo es la única plataforma desde la cual se
puede construir el altar de Sadhana (la práctica esforzada); la teoría, la
simple lectura y el imaginar nada valen.
La sexualidad y el culto a la mujer y su poder erótico y
fecundo existe desde tiempos tan remotos que va más allá de nuestra memoria
histórica, representaciones que nos traen el recuerdo del culto a la Diosa
Madre lleno de símbolismos mágicos y sexuales: es el centro ideológico de las
culturas antiguas de oriente y occidente: en ellas está la idea de la mujer
como entidad mágica, fecunda y de poderosa sexualidad; esta corriente cultural
ha evolucionado con la propia humanidad, cuyos vestigios están presentes en el
origen de casi todas las culturas: en la India, en China, en Grecia, Sumer,
antiguo Egipto, en América, etc.
Los hombres practican el celibato y logran la iluminación
espiritual, pero según los textos tántricos la iluminación de la mujer es
facilitada por la carga eléctrica de la naturaleza orgásmica. El despertar
sexual de la mujer puede, a diferencia del varón, propulsarla en su sendero
espiritual.
La Diosa encarnada en toda una mujer activa una poderosa
energía sexual/espiritual, la shakti, que entonces se libera hacia su cuerpo
físico y hacia su psique, crea el ambiente para el despertar y la iluminación
espiritual.