Encarnación
El proceso de encarnación
dura toda la vida. No es algo que suceda al nacer y concluya en ese
momento. Es necesario recurrir a términos metafísicos para
describirlo. La encarnación es el
movimiento del alma orgánica por el cual se irradian continuamente en
dirección descendente
vibraciones o aspectos espirituales más elevados y tenues a través de
los cuerpos aurales más
delgados hasta llegar a los más densos y, en último término, al cuerpo
físico. Estas energías sucesivas son utilizadas por el individuo, durante toda
su vida, para crecer.
Cada fase importante de la vida se corresponde con nuevas y más altas
vibraciones y con la activación de diferentes chakras. En cada fase, por tanto,
la personalidad dispone de una energía y una conciencia nuevas para expandirse.
Cada fase ofrece nuevas áreas de experiencia y aprendizaje.
Desde este punto de vista, la
vida está llena de descubrimientos y retos estimulantes para el alma. El
proceso de encarnación está dirigido por el yo superior. Esta patita vital está
contenida en la séptima capa del aura, el nivel del patrón cetérico. Se trata
de un patrón que cambia constantemente a medida que el individuo realiza
elecciones espontáneas en su proceso vital y de crecimiento. Al crecer, el
individuo amplía su capacidad de sustentar niveles más altos de
vibraciones/energías/conciencia hacia y a través de sus vehículos, sus cuerpos
aurales y sus chakras. De este modo se beneficia de realidades cada vez más
extensas a medida que avanza por el sendero de la vida. Con el progreso de cada
individuo progresa toda la humanidad. En general, cada nueva generación es
capaz de soportar vibraciones más altas
que la precedente, de manera que la humanidad toda se desplaza en su plano
evolutivo hacia vibraciones más altas y realidades expandidas. Muchos textos
religiosos, como la Cábala, el Bhagavad Gita o los Upanishads, mencionan este
principio de la progresión de la raza humana.
El proceso de encarnación anterior a la concepción ha sido expuesto
por Madame Blavatsky y, más recientemente, por Alice Bailey, Phoebe Bendit y
Eva Pierrakos. Según esta última, el alma que se va a encarnar se reúne con sus
guías espirituales para planificar la vida futura. En esta reunión, el alma y
sus guías estudian las tareas que necesita la primera para lograr el
crecimiento, el karma que debe encontrar para asociarse y los sistemas de
creencias negativas que requiere para pasar por la experiencia. Este trabajo
vital se conoce generalmente como la tarea personal. Así, por ejemplo, una
persona tal vez necesite desarrollar la capacidad de liderazgo. Al entrar en la
vida material, esa persona se encontrará en situaciones en las que el liderazgo
será una cuestión clave. Las circunstancias serán totalmente distintas para
cada cual, pero la atención se centrará en el liderazgo. Un individuo puede
haber nacido en el seno de una familia con una rica herencia de liderazgo (por
ejemplo, una larga sucesión de directores de empresa o de líderes políticos),
mientras que otro quizá haya nacido en una familia en la que no hay liderazgo y
en la que se considera a los líderes como autoridades negativas que deben ser
derrotadas o contra las que hay que rebelarse. La tarea de la persona consiste
en aprender a aceptar la cuestión de forma equilibrada y cómoda.Según Eva
Pierrakos, la cantidad de asesoramiento que recibe un alma de sus guías en la determinación
de las circunstancias de su vida futura depende de su madurez. Se eligen padres
que aporten las experiencias ambiental y física necesarias. Estas elecciones
determinan la mezcla de energías que principalmente formará el vehículo físico
en el que se encarnará el alma para realizar su tarea. Tales energías son muy
precisas y equipan el alma con lo que necesita exactamente para dicha tarea. El
alma se ocupa a la vez de una tarea personal de aprendizaje individual (como el
liderazgo) y de una «tarea en el mundo» que implica un don para la vida en
sociedad. El diseño es tan exclusivo que al cumplir la tarea personal se
encuentra uno preparado para hacer lo propio con la tarea en el mundo. La tarea
personal libera el alma dejando escapar las energías que se emplean para la
tarea en
el mundo. En el ejemplo mencionado anteriormente sobre el liderazgo,
el individuo tendrá que aprender esa cualidad o habilidad antes de asumir el
papel de líder en el campo de trabajo que haya elegido. Tal vez se haya sentido
intimidado por una larga sucesión de antepasados que fueron brillantes líderes
o se haya enfrentado a su herencia con plena inspiración para avanzar en su
propio liderazgo. Cada caso es distinto y muy personal, de acuerdo con la
exclusividad del alma que haya emprendido el aprendizaje.
El plan vital contiene muchas
realidades probables, lo que permite la libre elección entre numerosas
opciones. Entretejida en este entramado vital está la acción de causa y
efecto. Creamos nuestra propia
realidad. Esta creación surge de muy distintas partes de nuestro ser. La
creación no siempre es fácil de comprender desde un sencillo nivel de causa y
efecto, aunque desde este punto de vista se puede entender gran parte de
nuestra experiencia. Uno crea, literalmente, lo que desea. La conciencia, la inconsciencia,
la súper conciencia y la conciencia colectiva contienen los deseos individuales.
Todas las fuerzas creativas se mezclan para crear experiencia en numerosos
niveles de nuestro ser a medida que avanzamos por la vida. Para mí, lo que
denominamos karma es causa y efecto a largo plazo, también desde muchos niveles
distintos de nuestro ser. Por tanto, creamos desde la fuente personal y grupal
y, naturalmente, hay grupos pequeños dentro de otros más grandes, todos ellos
sumándose para producir el gran tejido de la experiencia vital creativa. Desde
este punto de vista es fácil contemplar la riqueza vital con el espíritu
maravillado de un niño. Después de la «planificación», el alma entra en un
proceso en el que pierde poco a poco la conciencia del mundo espiritual. En el
momento de la concepción se crea una relación energética entre el alma y el
óvulo fertilizado. En este instante se forma, además, una matriz etérea que
protege al alma de cualquier influencia que no sea la de la madre. A medida que
el cuerpo crece dentro del vientre materno el alma empieza a sentir lentamente
su «arrastre» y se va conectando de forma consciente y paulatina con el cuerpo.
En un momento determinado, el alma cobra súbita conciencia de esta conexión; se
produce un poderoso destello de energía consciente que desciende hasta el
cuerpo en formación. Entonces el alma vuelve a perder su conciencia, para
despertar de nuevo, poco a poco, al mundo físico. Este poderoso destello de
conciencia corresponde al momento en que el feto empieza a dar señales de vida.
Nacimiento
El nacimiento se produce en
un momento único para el alma que llega. En este punto, el alma pierde su útero
etéreo protector y quedo sujeto por primera vez a las influencias de su
entorno. 'También por primera vez, se encuentra sola en el mar de energía que
nos rodea. Es tocada por ese campo. Los campos más grandes y fuertes de los
cuerpos celestes influyen además, por primera vez, sobre el nuevo campo energético, que se suma al mayor
y lo enriquece. Es como si se hiciera sonar otra nota añadiéndola a la sinfonía
de la vida ya existente.
Infancia
El proceso del lento despertar al mundo físico
prosigue después del nacimiento. El lactante duerme con frecuencia durante este
tiempo, y el alma ocupa sus campos energéticos más elevados. Deja sueltos los
cuerpos físico y etéreo y les permite realizar el trabajo de construcción del
cuerpo. En las fases iniciales de la vida, el niño tiene la tarea de ir
acostumbrándose a las limitaciones de la sensación física y al mundo en tres
dimensiones. He visto a muchos recién nacidos que se debaten en este proceso. Todavía
tienen cierta conciencia del mundo espiritual, y he visto cómo luchan por
abandonar las figuras de sus compañeros de juego y padres espirituales y
transferir sus afectos a sus nuevos progenitores. Los recién nacidos que he
observado tienen chakras de corona muy abierta (figura 8-1), que se esfuerzan
por comprimirse dentro de los límites del diminuto cuerpo del bebé. Cuando los
veo abandonar el cuerpo físico, en sus cuerpos más elevados, con frecuencia
presentan la apariencia de espíritus de unos de 3,60 m de estatura. Luchan
enconadamente por abrir el chakra de la raíz inferior y conectar con la Tierra.
Figura 8-1: Aura normal de un lactante
(Vista de diagnóstico)
Un ejemplo de lo que digo fue un niño que nació un mes después de lo
que se esperaba. Tras el rápido alumbramiento se encontraba en estado febril.
Los médicos le practicaron una punción de médula ósea para ver si sufría
encefalitis. La punción se realizó en la región del chakra sacro. El niño
luchaba por expulsar a dos compañeros de juego y a un espíritu femenino que
tampoco quería dejarlo marchar. En su lucha se abría y conectaba con la Tierra
allí donde se encontraba presente su guía. Estaba perdiendo el contacto con su
guía, veía a sus compañeros de juego y a la mujer espiritual y luchaba
entonadamente entre los dos mundos. En esos momentos sentía más afinidad por el
espíritu femenino que por su propia madre física. En su afán por no encarnarse,
expulsaba energía por el chakra sacro y por el derecho para evitar que
crecieran raíces hacia abajo a través del chakra de raíz (primer chakra).
Podía hacerlo parcialmente
gracias al orificio aura que había dejado la punción de médula. Tras cierto
tiempo de lucha, conectaba de nuevo con su guía y se calmaba, abría la raíz y
se reiniciaba el proceso de entrada.
Comencé la sesión de
curación. La primera vez aceptó algo, pero luego se negó. Siempre que intentaba
enviar energía a su aura se alborotaba. Sabía lo que yo pretendía y no me
dejaba acercarme. Lo que yo intentaba hacer era coser el orificio de su chakra
sacro en la séptima capa de su aura y reencauzar la energía hacia abajo. Pero no me dejaba.
Incluso me acerqué a él mientras estaba profundamente dormido. Cuando me
encontraba a unos treinta centímetros de distancia, se despertó y empezó a
gritar de manera desaforada. No cabía duda de que su lucha era tremenda y de
que no quería ayuda de nadie. Uno de los problemas físicos secundarios de este
combate básico fue un trastorno intestinal producido por el constante abuso del
chakra del plexo solar relacionado con sus gritos y llantos. Se le trató este
desarreglo después de que, finalmente, decidió mantenerse en el plano físico.
La carta astral de este niño demuestra con claridad que es un líder en
potencia. Por tanto, el alma que llega suele entrar en el cuerpo y salir de él
por el chakra corona como si empezara a trabajar para abrir el chakra raíz y
penetrar con las raíces en el plano físico. En esta fase, el chakra raíz parece
un embudo muy estrecho, y el chakra corona tiene el aspecto de un embudo muy
ancho. Los otros chakras parecen tacitas poco profundas con una línea estrecha
de energía que conduce de vuelta al interior del cuerpo hasta llegar a la
espina dorsal (figura 8 -1). El campo
general de un lactante es amorfo y deforme y tiene un color azulado o grisáceo.
Cuando un bebé centra su atención en un objeto en el plano físico, el aura se
tensa y abrillanta, especialmente alrededor de la cabeza. Luego, cuando su
atención cede, el color del aura se desvanece; sin embargo, retiene parte de la
experiencia en forma de color en el aura. Cada experiencia añade un poco de
color al aura y aumenta su individualidad. El trabajo de construcción del aura
también está en marcha y continúa de este modo a lo largo de toda la vida, de
manera que permite encontrar la experiencia vital de cada uno. Después del
nacimiento se mantiene una fuerte conexión energética entre la madre y el hijo,
a la que a veces se denomina plasma germinal. Esta conexión tiene su momento
más fuerte en el alumbramiento, y se mantiene Durante toda la vida, aunque se
va haciendo menos pronunciada a medida que crece el niño. Este cordón umbilical
psíquico es la conexión a través de la cual los niños se mantienen en contacto
con sus padres en el transcurso de los años. En muchas ocasiones, uno de los
dos tiene conciencia de las experiencias traumáticas por las que pasa el otro,
aunque pueden estar separados a gran distancia en el nivel físico. El campo del
niño está totalmente abierto y es vulnerable al ambiente en el que vive. El
niño detecta todo lo que sucede entre sus progenitores, tanto si sus relaciones
son claras como si no lo son. Reacciona constantemente a su entorno energético
de forma acorde con su temperamento. Puede sentir vagos temores, tener
fantasías o berrinches o estar enfermo. Todo los chakras del niño están
abiertos en el sentido de que no cuentan con una película protectora que
mantenga al margen las influencias psíquicas que llegan hasta él. Ello hace que
el niño sea muy vulnerable e impresionable. Así, aun cuando los chakras no
están desarrollados como los de un adulto y experimentan de forma vaga la
energía que penetra en ellos, ésta sigue progresando hasta el campo del niño,
quien debe ocuparse de ella en cierto modo (véase figura 8-2 para comparar los
chakras de un adulto con los del niño). Alrededor de los siete años de edad,
sobre las aberturas del chakra se forma una pantalla protectora que filtra
muchas de las influencias del campo energético universal. De este modo, el niño
pierde su anterior vulnerabilidad. Esta fase se puede observar cuando el niño
crece y se individualiza. Es un momento próximo al de la aparición del
raciocinio. Muchas veces es posible ver
cómo un niño pequeño se sienta y acurruca en el regazo de su madre o su padre.
Está siendo protegido de las influencias exteriores por el campo de su
progenitor. Esta vulnerabilidad infantil me hace ser muy conservadora en lo que
se refiere a permitir que los niños intervengan en terapias de grupo con
adultos. El adulto no tiene idea de lo que esto supone para el niño, a menos
que haya regresado a ese estado de vulnerabilidad. He visto a padres que
sometían inconscientemente a sus hijos a un schock psíquico innecesario
haciéndoles participar en terapias de grupo, por considerar que se trataba de
una actitud progresista, o porque cedieron a las presiones del grupo. La ira de
un adulto golpea el sistema del niño como un shock psíquico, mientras que la
tristeza y
la depresión lo envuelven como una niebla. Además del alimento
físico, la lactancia proporciona al niño energía etérea. En cada pezón hay un
pequeño chakra que le aporta energía. Recuérdese que los chakras del bebé no
están desarrollados y que, por tanto, no metabolizan todas las energías del
campo energético universal que necesita para apoyar su vida.
Figura 8-2: Chakras de adulto y de niño
La primera infancia Conforme crece el niño y se empieza a desarrollar
el segundo chakra su vida emocional se va enriqueciendo. El niño vive en mundos
de fantasía creados por él mismo,
Empieza a sentir que es una persona distinta de su madre y esos
mundos le ayudan a crear la separación. Las pertenencias del niño se encuentran
dentro de estos mundos de fantasía. Desde el campo etéreo envía proyecciones
que envuelven esos objetos y cuyas formas recuerdan las de las amebas. Cuanto
más importante sea el objeto en la creación del mundo fantástico, más
conciencia energética surgirá de su campo para rodearlo. El objeto se convierte
en parte del yo. Cuando se le arrebata de la mano con fuerza, el objeto rasga
el campo y causa dolor, tanto físico como emocional.
Alrededor de los dos años de
edad, el niño considera a sus padres como pertenencias suyas: «yo, mi papá, mi
mamá, etc.». En el aura se hacen más visibles los colores rojo-naranja y
rosa-violeta. El niño está empezando a relacionarse con los otros, aprendiendo
un tipo básico de amor. En lo que se refiere al campo, el niño es capaz de
separarse del de su madre, aunque entre ambos sigue existiendo un cordón
umbilical etéreo. Así' se inicia el proceso de separación y de identidad
independiente. El niño crea un espacio de fantasía, habita en él, pero sigue
teniendo a su madre conectada por su cordón umbilical etéreo. Todavía puede
mirar atrás y ver que su madre no está demasiado lejos. Para el clarividente,
este espacio aparece compuesto principalmente por energía de nivel azul, o de
nivel etéreo. Se trata de un espacio en el que el niño prefiere jugar solo o,
si permite la entrada de un compañero de juegos, lo vigila atentamente para
impedir que altere en demasía el espacio. En esta fase, el niño no tiene un ego
lo bastante fuerte como para mantener una claridad real entre su yo y el del
otro. Lucha por hallar su exclusividad y, sin embargo, se siente muy conectado
a todas las cosas. Los objetos personales se convierten en formas de definir la
individualización, definición a la que ayuda el espacio de energía privado.
Así, cuando un niño visita el cuarto de otro niño de cinco a siete años de
edad, el anfitrión se debate entre su deseo de comunicarse con el otro y su
inclinación de preservar la imagen de sí mismo. Lucha por controlar los objetos
personales que ayudan a definir quién es y alrededor de los cuales ha situado su
propia conciencia energética. La lucha en este caso consiste en reconocer y
mantener la autoindividualización y, pese a todo, sentir la conexión con un
«individuo» distinto. A los siete años de edad, aproximadamente, el niño
empieza a tejer una enorme cantidad de energía dorada en este espacio, que se
hace más libre, más grande, menos conectado con la madre y más abierto a los
visitantes. Como su sentido del yo es más elevado, el niño empieza ahora a
descubrir
similitudes en otros
seres humanos. Ya puede permitir a los «otros» una mayor auto-expresión dentro
de su espacio privado. Permite que el visitante cree todo tipo de formas
energéticas en ese espacio. Con ello, las cosas se hacen más «divertidas» y
«vivas» y mejoran la vida de fantasía. Los niños entran en la fase de la
«pandilla». Una de las cosas que posibilitan que así sea es que, alrededor de
los siete años de edad, por encima de todos los chakras se presenta ya una
pantalla protectora que impide el paso de muchas influencias energéticas
procedentes del campo que rodea al niño. Éste se siente más «seguro» porque es
en su campo aural donde realmente existe.
Ejercicio para detectar los espacios psíquicos Los adultos también
infunden sus espacios con sus energías. Estos espacios psíquicos son nidos que
ofrecen seguridad a las personas para vivir y tener en ellos su ser. Pruebe a
sentir los espacios psíquicos que crean las personas. Le enseñarán muchísimo
sobre usted mismo y sobre el propietario del espacio. Empiece por sintonizar en
los espacios que visita regularmente. Entre en la habitación de un amigo. ¿Cómo
se siente? ¿Qué le pa rece? ¿Quiere quedarse o prefiere irse? Si tiene hijos,
entre en sus habitaciones. Sienta la diferencia de energía en cada uno. ¿Va
bien esa energía con el niño? ¿Qué expresa sobre él? ¿El color es el apropia
do, o es un color que usted ha impuesto en el espacio de su hijo? Piense en
ello.
Pruebe en las tiendas que visite. A mí me resulta imposible
permanecer en determinados establecimientos a causa de la energía que emana en
ellos. Haga ahora un pequeño experimento con objetos. Reúna un pequeño grupo de
personas (preferiblemente de gente de la que no sepa demasiado), sitúe sus
objetos personales en el centro y elija el que más le atraiga. Sosténgalo en la
mano. ¿Qué sensación le produce? ¿Pesado, cálido, amistoso, hostil, triste,
feliz, seguro, peligroso, saludable, enfermo? ¿Recoge alguna imagen? Concédase
tiempo para sintonizar en el interior del objeto. Compruebe sus sensaciones con
el propietario. Estoy segura de que ha acertado en algunas de las cosas que
detecta. Practique y lo hará mejor la próxima vez.
Estado latente Conforme el niño crece en el estado latente, entre los
siete años y la pubertad, tiene lugar el desarrollo de nuevas facultades
mentales junto con el desarrollo del tercer chakra. En esta fase se incrementa
el color amarillo mental del aura. Aunque este chakra está abriendo las
energías mentales y el niño asiste ya a la escuela, dichas energías se emplean
principalmente para mejorar la vida fantástica infantil. Aquí entran en juego
profundos impulsos y se producen conexiones teleológicas con el largo
desarrollo pasado de la humanidad. El niño se convierte en jefe indio; la niña,
en maga. Son impulsos teleológicos profundos que revelan el deseo del alma y
que, con toda probabilidad, se relacionan con la tarea del alma en el mundo.
Dentro de estas formas arquetípicas se encuentran las aspiraciones espirituales
profundas, las metas y aspiraciones del individuo, expresadas por las
capacidades que adopta cuando juega en el patio de recreo. Ahora es cuando los
tres primeros centros -el físico, el emocional y el mental del plano terrestre-
trabajan juntos para expresar la primera fase de la encarnación del alma.
Adolescencia
El reto de la adolescencia,
como en todas las fases del crecimiento, consiste en hallar el yo y
mantenerse fiel al mismo a través del caos de los cambios físicos y
emocionales, los dulces deseos y
los dolorosos rechazos. A medida que el niño se acerca a la pubertad
se empiezan a producir grandes cambios en todo su cuerpo y en el campo
energético que lo rodea. Se añade más verde al aura y al espacio privado del
individuo. El espacio es penetrado por las vibraciones de los amigos. Conforme
al chakra del corazón se abre a nuevos niveles de sentimientos y el alborear
del eros y el amor emerge desde lo más profundo de la psique, el campo se
inunda de un bello color rosa. Se activa la pituitaria (chakra del tercer ojo)
y el cuerpo empieza a madurar convirtiéndose en adulto. Todos los chakras son
afectados por estos cambios. En ocasiones, el individuo acoge con excitación
estas nuevas vibraciones; en otras, las detesta porque acarrean nuevos deseos y
una nueva vulnerabilidad que el individuo no ha experimentado antes. A veces,
todo el campo resultará alterado y los chakras quedarán totalmente
desequilibrados, mientras que en otras ocasiones todo fluirá de manera
armónica. De este modo, el individuo pasa por grandes cambios de realidad
emocional, y sus acciones expresan esta confusión. Un momento antes era un
niño, ahora es un adulto. El individuo repite ahora todas las fases de
crecimiento ya experimentadas, pero con una diferencia. Las tres primeras fases
implicaban al yo como centro del universo. Era un conjunto formado por mí
mismo, mi mamá, mi papá, mis amigos, etc. Ahora es la relación «yo-tú». El «yo»
no existe solo, y el bienestar del «yo» depende ahora de que se hagan los
ajustes apropiados en el «no-yo». Esto se debe en parte a que el individuo no
«posee» ya los objetos de amor, como sucedía en el caso de sus padres o
sus juguetes. Ahora su bienestar
depende, o así lo cree, de que equilibre sus acciones para «convencer» a la
persona amada de que lo ame. Esto produce una tensión sobre la psique entre
quién piensa que es y quién piensa que debería ser (según quién piense que
desea ser, o viceversa). Esto sucedía ya, desde luego, con los padres, pero
ahora es más evidente, pues en cualquier momento el ser amado puede elegir a
otro, y con frecuencia lo hace públicamente.
La edad adulta
Para cuando termina la
adolescencia ya están definidos los chakras y la pauta energética utilizada por
el individuo. Todos los chakras han adoptado una forma adulta. Es en este punto
cuando el individuo puede tratar de asentarse y no sufrir más cambios. Algunos
lo logran y, con ello, hacen que sus vidas se establezcan conforme a pautas
seguras, firmes, de realidad claramente definida y limitada. Otros muchos,
agitados por sus experiencias vitales, comprenden que la realidad no es tan
fácilmente definible y emprenden una búsqueda de significados, que durará toda
la vida y les conducirá a través de un reto constante hacia experiencias más
profundas de plenitud. En la madurez, el «yo-tú» se expande para incluir a la
familia personal, que crea su propia forma energética. Nuevas energías que
fluyen por el chakra de la garganta ayudan a este proceso personal de dar y
recibir. Con el transcurso del tiempo, el «yo-tú» se puede ampliar para incluir
al individuo y al grupo. Es posible que el corazón se abra para acoger no sólo
el amor a la pareja y los hijos, sino también el amor a la humanidad. El color
del aura se percibe de un bello tono lila. Entonces se convierte en la
integración de la conciencia del yo, el otro y el grupo. A medida que el tercer
ojo se abre a vibraciones más altas, uno empieza a ver la unidad de todas las
cosas y puede apreciar, al mismo tiempo, la preciosa exclusividad de cada alma
individual dentro de esa unidad.
La madurez
Conforme el individuo se
acerca a la vejez y a la muerte se pueden añadir a los cuerpos energéticos
tasas de vibraciones todavía más altas. El cabello de las personas se vuelve
blanco brillante a medida que la luz blanca que recorre su ser aumenta su
afinidad con el mundo espiritual. Ahora, a la relación «yo-tú» se añade una
personal, muy profunda, con Dios. La energía terrenal inferior, metabolizada a
través de los chakras inferiores, decrece y es sustituida constantemente por
energías más finas y elevadas que tienen mucho más que ver con el espíritu que
con la vida en el plano físico. La persona se está preparando para regresar al
mundo del espíritu. Cuando se entienden estos procesos naturales y se permite
que se desenvuelvan desde el interior de la psique, la vida personal del
individuo queda inundada de serenidad y amor. Todo encaja en su lugar a partir
del crecimiento que se ha producido a lo largo de los años. En especial, el
chakra del plexo solar se hace más armonioso. La persona es capaz de aumentar
su profundidad de percepción, que hace de la vida (a pesar de la disminución de
la fuerza física) algo cuyo interés crece continuamente y adquiere experiencias
más ricas. Es lamentable que nuestra cultura, en general, no respete y utilice
este gran recurso de sabiduría y luz como lo hacen otras culturas, por ejemplo
la de los indios norteamericanos, en cuyas comunidades son las abuelas y los
abuelos quienes mantienen el poder decisorio.
La muerte
Según Phoebe Bendit, al morir
se produce un rayo luminoso que surge destellante de la parte superior de la
cabeza cuando la persona abandona el plano terrenal a través del chakra de
corona. Esta experiencia de salir por la corona ha sido descrita frecuentemente
como un túnel que se recorre entre la vida y la muerte. Se ve un túnel largo y
oscuro al final del cual brilla una luz. También se puede describir esta
«experiencia del túnel» como el ascenso del alma por la corriente de fuerza
principal del cuerpo, a lo largo de la espina dorsal, para salir a la brillante
luz del chakra de corona. Al morir, el alma es recibida por sus guías
espirituales y por los viejos amigos fallecidos. En este momento, el alma ve
desfilar con gran rapidez y claridad toda su vida pasada, de forma que no caben
errores sobre lo que pasó, las decisiones que adoptó, las lecciones aprendidas
o las que le queden por aprender para la siguiente reencarnación. A ello sigue
un período de celebración de la tarea cumplida, y algún tiempo que transcurre
en el mundo espiritual antes de la nueva reencarnación. He visto frecuentemente
que cuando alguna persona muere como consecuencia de una prolongada enfermedad,
durante algún tiempo después de fallecer descansa rodeada por una luz blanca.
Da la sensación de que cuidaran de ella en algún tipo de hospital del otro lado.
He observado a dos personas en estado preagónico un par de días antes de que
fallecieran. En ambos casos se estaban muriendo de cáncer y llevaban enfermas
algún tiempo. Los tres cuerpos inferiores se estaban fragmentando y abandonaban
el cuerpo como manchas blancas opalescentes. También se estaban disgregando los
tres chakras inferiores, con largas tiras de energía brotando del plexo solar.
Los cuatro chakras superiores parecían estar muy abiertos, como orificios
profundos. Ya no estaban cubiertos por sendos escudos. Al iniciar el último
viaje estas personas pasaban la mayor parte de su tiempo fuera del cuerpo,
alejadas de él.
Aparentemente estaban en
algún lugar exterior junto con sus guías espirituales. Cuando permanecían en
sus cuerpos la habitación se llenaba de espíritus. En un caso vi a Azrael
guardando la entrada. Como la persona sufría fuertes dolores, pregunté a Azrael
por qué no la ayudaba a morir. Me respondió: «No me han dado órdenes todavía».
(Azrael es el ángel de la muerte y, para mí, su aspecto es fuerte y hermoso, no
aterrador como han insinuado algunas fuentes.) Lo que dice Heyoan sobre la
muerte, ha hablado sobre el proceso
mortal, y quisiera citar sus palabras. En primer lugar, dice que la muerte no
es lo que suele creerse, sino la transición de un estado de conciencia a otro.
Heyoan dice que ya hemos muerto antes, olvidándonos de quiénes somos. Las
partes de nosotros que han sido olvidadas están separadas de la realidad por un
muro, y hemos llegado a la encarnación para rescatarlas. Tememos a la muerte,
pero ya hemos muerto, y en el proceso de encarnación que reintegra nuestro ser
mayor lo que realmente encontramos es más vida. Lo único que muere, según
Heyoan, es la muerte. Durante nuestra vida tapiamos las experiencias que deseamos
olvidar. Lo hacemos con tal efectividad que no recordamos muchas de ellas.
Iniciamos este proceso de tapiado en la primera infancia y lo proseguimos
durante toda la vida. Estas piezas ocultas tras el muro de nuestra conciencia
se pueden ver en el campo aural formando bloques, a los que nos referiremos en
el capítulo dedicado a la psicodinámica. Heyoan dice que la muerte real se ha
producido ya en forma de ese muro interno. Cito a continuación sus palabras.
«Como sabes, lo único que te separa de algo eres tú misma. Y lo más
importante es que la muerte se ha producido ya en las porciones de ti misma que
han sido tapiadas. Desde nuestra posición ventajosa, esa sería, quizá, la
definición más clara de lo que el ser humano considera que es la muerte. Ser
tapiado y separado. Olvidar. Olvidar quién eres; eso es la muerte. Tú ya has
muerto. De hecho, te has encarnado para dar vida a esas piezas de ti misma que
ya están en lo que llamáis la muerte, si debemos usar este término. Esas partes
ya han muerto.
El proceso de morir, eso que
llamaremos transición hacia una conciencia superior, se puede considerar un
proceso en el campo energético. Lo describiremos ahora para ayudarte a entender
el proceso de la muerte desde el punto de vista aural. Es un lavado del campo,
un despeje, una apertura de todos los chakras. Cuando mueres, pasas a otra
dimensión. Se produce la disolución de los tres chakras inferiores. Se produce
la disolución, y observa que decimos disolución, de los tres cuerpos
inferiores. Aquellos de entre vosotros que habéis visto cómo morían otras
personas observasteis la calidad opalescente de sus manos, sus rostros, sus
epidermis. Mientras muere, el individuo es una madreperla opalescente, y las
hermosas nubes opalescentes se dispersan. Esas nuebes son los cuerpos
energéticos inferiores que sirven para mantener unido al cuerpo físico. Se
están desintegrando. Son barridas y los chakras se abren y salen cordones de
energía. Los chakras superiores son grandes agujeros abiertos a otras
dimensiones. Por tanto, es en las fases iniciales de la muerte cuando el campo
energético empieza a separarse. Las partes bajas del campo energético se
separan de las altas. Y entonces, durante tres horas más o menos alrededor de
la hora de la muerte, se produce un lavado del cuerpo, un bautismo, un bautismo
espiritual del cuerpo donde se vacía la energía como una fuente, ascendiendo
por la corriente de fuerza vertical principal. A través de ella brilla una
fuente de luz dorada y todos los bloques se limpian. Y el aura se torna oro blanco.
¿Cómo experimenta esto, en términos dememoria, el individuo que agoniza? Ya lo
has oído. Una persona ve toda su vida lavada por esos bloques. Bien, ahí lo
tienes. Hay un fenómeno de campo energético concomitante con el lavado del
aura. Se dejan ir todos los bloques. Se desbloquean todas las experiencias
olvidadas de esa vida. Todas luyen a través de la conciencia. Así, toda la
historia de esa vida fluye a través de la conciencia, y cuando la persona se
va, también se marcha la conciencia. Es la disolución de muchos de los muros
que se erigieron para el proceso de transformación de esta vida particular. Es
una integración tremenda.
Con la disolución de las
paredes del olvido en tu interior recuerdas quién eres en realidad. Te integras
con tu yo superior y sientes la ligereza y la inmensidad de éste. Así, la
muerte, en contra de la opinión popular, es una experiencia absolutamente
maravillosa. Muchos habéis leído descripciones de personas declaradas
clínicamente muertas que han vuelto a la vida. Todas hablan de un túnel al
final del cual brilla una potente luz. Hablan del encuentro con un ser
maravilloso al final de dicho túnel. En su mayoría revelan que decidieron
volver al mundo físico a completar su aprendizaje, pese a la belleza del lugar
al que fueron. Ya no temen a la muerte, sino que la esperan como una gran
liberación hacia la serenidad. Por tanto, es tu muro el que te separa de esta
verdad: lo que llamas muerte es, en realidad, transición a la luz. La muerte
que imaginas que vas a experimentar la puedes encontrar dentro de tu muro. Cada
vez que te separas de ti misma en cualquier forma, mueres una pequeña muerte.
Cada vez que bloqueas el flujo de tu maravillosa fuerza vital, creas una
pequeña muerte. Por tanto, cuando recuerdas aquellas partes separadas de tu ser
y las reintegras a ti misma, ya has muerto. Vuelves a la vida. A medida que
expandes tu conciencia, se disuelve el muro entre ti y el mundo, entre la
realidad espiritual y la física.
Así se disuelve la muerte,
liberando el muro de la ilusión cuando estás lista para avanzar. Y se redefine
con mayor claridad quién eres. Sigues siendo tu yo individual; cuando abandones
tu cuerpo, mantendrás la esencia del yo.
Puedes sentir esa esencia del yo en las meditaciones futuro/pasado. Tu cuerpo físico muere, pero tú te trasladas a
otro plano de la realidad. Mantienes la esencia del yo más allá del cuerpo, más
allá de la encarnación. Y cuando abandones tu cuerpo, es posible que te sientas
como si fueras un punto de luz dorada, pero te seguirás siendo tú misma».