Hace 2.000 años muchos de nosotros estuvimos en comunidad y venimos a encontrarnos en el tiempo muchos siglos después con una gran caudal de vivencia comunitaria. Pero la verdadera comunidad que ambicionamos, es aquella que iremos alcanzando a través de la madurez adquirida con el caminar dentro de nuestro despertar. Esa comunidad perfecta, es la comunidad mental; aquella que precisamente no conoce ni tiempo ni espacio, aquella que es simplemente "Sintonía". Sintonía con el plan, con el llamado y con el despertar.
Todos nos hemos puesto de acuerdo con despertarnos a una misma hora, a pesar de que cada uno se encontraba en su propia casa o estructura mental, y aún muy dentro de sí mismo sin conocerse ni conocer su misión. Hemos utilizado en este caso todos, un reloj de una misma confección o fábrica, quizás del mismo modelo. Y éste reloj que está fijado para que suene en la hora clave rompiendo nuestro sueño que como cascarón de preparación sutil esperaba su oportunidad, su tiempo.
Algunos reaccionamos como cuando el reloj despertador suena por la mañana muy temprano, simplemente lo apagamos, nos damos la vuelta y seguimos durmiendo. Habrá quienes ponen el reloj debajo de la almohada y lo van a tratar de asfixiar para que no suene, o lo tiran violentamente al suelo. Habrá quienes teniendo algo desarrollado el sentido de la responsabilidad dejarán que suene hasta que se agote la cuerda y luego saltarán de la cama; otros se levantarán al primer sonido pero se quedarán dormidos sentados.
También habrá quien se despierte con el primer sonido y otros que lo harán antes de que suene; éstos últimos son los más responsables y conscientes, mientras que los anteriores son los que se debaten en la inconsciencia o porque les duran muy poco los estados conscientes. Los primeros ejemplos son los que hicieron oídos sordos a éste llamado para el cual ellos mismos se habían comprometido.
Y qué significa el haber hecho caso o no a éste llamado? Comparémoslo con nuestra vida diaria: Si nosotros no nos levantamos a la hora indicada, ¿Qué va a pasar?. No tendremos tiempo de arreglarnos, bañarnos o desayunarnos para tomar el bus a tiempo. Llegaremos tarde al trabajo y todo ello acarreará mil y un problemas, que nos impedirán cumplir con nuestros compromisos económicos y familiares. Esto es lo que a algunos de nosotros nos hará levantarnos de manera definitiva de la cama, porque si seguimos durmiendo, nos preocuparemos y estaremos angustiados por la tardanza y las consecuencias posteriores. Y ¿A dónde podríamos llegar tarde en todo esto? Podríamos llegar tarde a estar completamente conscientes, no pudiendo asumir el lugar, el puesto que nos toca a cada uno de nosotros, en los acontecimientos venideros.
Ciento cincuenta años antes de Cristo, un grupo de seres humanos (todos inquietos a través de la misma Comunidad Mental), dejaron diversos lugares de Israel y se reunieron en el desierto, a orillas del Mar Muerto; congregándose para preparar algo que era inminente, que podría ocurrir de un momento a otro, y para lo cual habían de estar preparados, alertas, vigilantes y despiertos. Esas personas eran los Esenios. Sabían que algo muy grande venía; lo habían logrado interpretar en las escrituras, y de alguna manera ellos sabían que su responsabilidad se relacionaba con la información. Sabían también que seguían recibiendo revelaciones; que ese vínculo jamás se había roto y que esa información, siempre presente y actualizada se iba a cumplir pronto.
Hoy en día, nosotros somos llamados por una fuerza misteriosa que nos motiva de manera imperiosa, a ir al desierto, permaneciendo despiertos, aquel desierto es el de nuestro propio interior. Este nos invita al aislamiento, al contacto interno con uno mismo, y luego fortalecidos, la misma fuerza nos lleva a buscar el origen de ese llamado que estamos recibiendo, un llamado que es el producto de una Misión Cósmica; de algo que viene inspirado desde "arriba". Ya sabemos la fuente, son los ángeles de la antigüedad, los mismos mensajeros de hoy. Y los mensajeros nuevamente están haciendo el llamado, porque nuevamente estamos de alguna manera, preparando el camino; pero ahora en forma colectiva, compartimos la responsabilidad. Y en medio de nosotros se están preparando quienes tendrán que avisar al resto, que el camino ya está preparado para ser recorrido, que el tiempo ya llegó y que ocurrirá todo cuanto estaba dispuesto que ocurriese.
Ahora lo único que podría resultar problemático es que desoigamos el llamado, prefiramos seguir durmiendo y perdamos la oportunidad que nosotros mismos pedimos. ¡Qué problema sería!... que no todos estemos preparados, que no todos asumamos nuestros puestos y que no estemos allí cuando y donde se nos necesite
No nos consideremos nada especial. Sepamos que si nosotros no vamos a nuestro trabajo, obviamente que después de esperarnos un tiempo prudencial, nos reemplazarán, pudiendo ser esto definitivo. Todos somos necesarios pero ninguno indispensable dentro de ésta Misión, que es una entre tantas que se están preparando para asumir un rol.
La vivencia comunitaria de los esenios, en el siglo primero antes de Cristo, la redacción y reproducción artesanal de los escritos sagrados (allí en medio de la soledad y silencio) era una forma de anticipar el gran cambio. Estar allí, trabajar allí significaba grandes renuncias, como exigen las grandes empresas y las grandes inversiones, como en la parábola de la Perla de Gran Precio. Había mucho trabajo que hacer, había que estudiar y prepararse bajo una autodisciplina, para delegar después, recibir y transmitir la información que con el tiempo y por la acción del engañador fue degenerada, alterada, contaminada, perdida. Hoy en día nos encontramos bajo una misma situación. Cuando tuvimos acceso en Marcahuasi a la caverna (6) y vivimos aquella experiencia con el anciano, él nos dijo que la Hermandad Blanca necesitaba miembros receptores de la posta que necesitaba gente que sirviese de puente entre la Hermandad Blanca del Universo y la de la Tierra.
. A partir de ese momento, asumimos nosotros que se debe establecer esa misma relación de comunidad que tenían los esenios, cortando sus lazos y dependencias anteriores, entre ellas el error. Sabíamos que llegaría el tiempo en que la forma exterior se reduciría a un nombre, que cual etiqueta, podría ser desechada sin mayor dolor; pues el ejemplo es evidente, todos sabían quienes eran los esenios pero nadie conocía quién era un esenio, porque era más un estilo de vida que una afiliación partidaria o sectaria. En la actualidad, sin necesariamente tener que ir al desierto, encontramos que estamos en el desierto de la vida espiritual. Sólos, pero paradójicamente más acompañados que nunca.
La inconsciencia general nos hace sentir la soledad y la incomprensión; pero bien sabemos que dicha incomprensión y hasta rechazo, nos otorga la libertad más plena, pudiendo valorar la soledad constructiva y mística en medio de la muchedumbre. Es por eso que ahora, y aunque no estuviese necesariamente juntos, en un mismo santuario, recinto, comunidad física, etc., la unidad que estamos estableciendo es a nivel espiritual es el puente que nuestro trabajo está creando, estrechándonos y relacionándonos para que algún día a través nuestro, se afirme una comunidad física concreta y material, donde se pueda entregar lo recibido de los mensajeros y desde allí al mundo entero.